viernes, 18 de agosto de 2017

LA GESTIÓN DE DOCUMENTOS ARCHIVÍSTICOS EN EL CONTEXTO ORGANIZACIONAL Y LA VERACIDAD DE LA INFORMACIÓN


CONTEXTUALIZACIÓN DEL FENÓMENO DOCUMENTAL EN LAS ORGANIZACIONES

Durante los últimos siglos, y a lo largo de dos revoluciones industriales, se sentaron las bases para el florecimiento de una tercera basada en las tecnologías de la información y las comunicaciones. La primera, a finales del siglo XVIII, tuvo lugar a partir de la introducción del ferrocarril, el desarrollo de la industria textil, la máquina de vapor, entre otros., lo cual tuvo un fuerte impacto en los procesos de producción. La aparición de enormes fábricas y sofisticadas maquinarias para elevar la eficiencia productiva, la asunción de nuevas estructuras organizativas, un intensivo uso del capital, la especialización del trabajo, la necesidad de mano de obra calificada, así como un acelerado proceso de urbanización, entre otros aspectos, caracterizaron el entorno social. Estos procesos tuvieron una amplia y profunda repercusión en el universo de los documentos y de su gestión. Desde los siglos XV y XVI los procesos de desarrollo económico condujeron, en Europa, al aumento de los niveles de alfabetización, a la difusión de las técnicas de escritura e impresión, al desarrollo de sistemas de comunicación asociados al descubrimiento de nuevas rutas comerciales y a la aparición de los primeros modelos de organizaciones burocráticas. Esto condujo, por una parte, a la diversificación de los usos de los documentos, producidos en gran proporción ahora para la expresión de las ideas y los sentimientos, y por otra, a la fragmentación de los actos jurídicos en varios actos, jurídicos y no jurídicos, de manera que múltiples documentos simples constituidos en una unidad documental compleja, el expediente, vinieron a documentar un mismo acto. Los procesos de desarrollo de un cuerpo de conocimientos y técnicas relacionadas con estas consecuencias, en particular las dedicadas al tratamiento del conjunto de los documentos archivísticos producidos en los aparatos administrativos y la especialización de las técnicas para tratar esta documentación, cristalizaron en el siglo XVIII, con el advenimiento de la llamada modernidad. En medio de estas condiciones apareció y se asentó el denominado por Max Weber modelo burocrático legal racional como "…respuesta a las necesidades derivadas de la modernidad (…) racionalizadora que se manifestaba en el dominio de la eficiencia, la predictibilidad, la calculabilidad y el control tecnológico".2

Weber enfatiza en la centralidad del documento archivístico en esta forma de organización, en tanto que dicho modelo condiciona la forma de creación de los documentos y las soluciones técnicas para su gestión. El documento archivístico es el medio o instrumento a través del cual se ejecutan los actos en las organizaciones y la necesidad de las organizaciones de desarrollar sus actividades a través de ellos pasa a ser en sí misma regulada. En el modelo burocrático, aunque la realización de los actos es voluntaria, su ejecución a través de documentos no lo es. Esta falta de voluntariedad relativa a la creación del documento no está expresada solo en las normas de legislación relativas a la propia documentación archivística, sino en aquellas relacionadas con el resto de las funciones sociales para las cuáles el documento funciona como un instrumento, o una institución. Así, una serie de normas y reglamentos compulsivos regulan, desde el entorno, la creación de los documentos archivísticos en las organizaciones, con el propósito expreso de "atraparlos" dentro de un conjunto de reglas que garanticen la veracidad de la información en ellos contenida.

Desde los años finales de la segunda guerra mundial comenzó a producirse un proceso de cambio en los modelos organizativos de las administraciones en general. Durante los años 50 y 60 del siglo XX la economía mundial creció aceleradamente motivada, entre otros factores, por el impacto de las teorías keynesianas en el funcionamiento del Estado capitalista que recomendaban una intervención más directa de este en la actividad económica, a la vez que se convertía en el principal factor de estímulo para el desarrollo de la empresa privada ("intervencionismo estatal" o "doctrina estado-céntrica"). Las ideas del liberalismo keynesiano contribuyeron al aumento de las dimensiones del aparato del Estado y especialmente al surgimiento de un importante sector público encargado de asumir las nuevas tareas propias del llamado "Estado de bienestar" y favorecieron la introducción en las organizaciones de técnicas gerenciales complejas. Estas técnicas, conocidas como "gerencialismo clásico", se basaban en las ideas de F. W. Taylor y pudieron ser aplicadas en las organizaciones de estos años por las similitudes entre el modelo de organización weberiano y el taylorismo.

Todo esto, junto al desarrollo de los primeros medios de comunicación masiva, el surgimiento de la fotografía, la cinematografía, la utilización de las tecnologías de microfilmación, la prensa rotativa y un acelerado aumento de las de la producción documental en las oficinas públicas, provocó, para mediados del siglo, el establecimiento de la profesión de los Records Managers en el marco de la fundación de la American Records Management Association. Los records managers se ocuparían, a partir de ese momento, de aquellos documentos que se encontraban en manos de la administración, o sea, aquellos que, según el concepto de ciclo de vida, se encontraban en la etapa corriente y semicoriente. Al decir de Ricks, esta disciplina estaba dirigida a "asegurar una documentación adecuada, evitar lo no esencial, simplificar los sistemas de creación y uso del papeleo, mejorar la forma cómo se organizan y recuperan los documentos, proporcionar el cuidado adecuado y el almacenamiento a bajo costo de los documentos en los centros de archivos, y asegurar la ordenación adecuada de los documentos que no se necesitan por mucho tiempo en la conducción de los asuntos del momento''.3

La necesidad de tratar de manera temprana los nuevos y grandes volúmenes documentales de la época se hizo cada vez más indispensable, sobre todo a partir del impacto desestabilizador de las entonces llamadas "nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones" en la segunda mitad del siglo. Al decir de Bearman1 ocurrió una verdadera "revolución de la información electrónica" que presentaría dos desafíos fundamentales a las organizaciones: por una parte el reemplazo de la relativa estabilidad de la estructuras del modelo de organización burocrático, y en segundo lugar la utilización de nuevas prácticas de comunicación y especialmente de nuevas formas documentales.

Aspectos como la estabilidad y el carácter, hasta cierto punto predecible de la tradicional estructura burocrática, se encontraron profundamente comprometidos. A partir de ese momento las organizaciones pudieron intercambiar información y realizar sus transacciones las 24 horas y los 365 días del año, lo que provocó la transformación del sentido del tiempo y permitió la interconexión de muchas más personas en las actuaciones administrativas. Este proceso, llamado por Dollar "instantaneidad" "…constriñe el sentido del tiempo y la secuencia ordenada de acciones de manera tal que los procesos entre el inicio y el completamiento de una tarea se condensan en una sola acción".4 Esto impacta extraordinariamente la segmentación funcional y jerárquica, basada en rutinas procedimentales de las organizaciones burocráticas e influye consecuentemente en la forma de creación y los flujos de los documentos que registran dichas tareas. Influye también porque el cambio en la temporalidad hace que más trámites y actos puedan realizarse en un corto período de tiempo, con lo que aumentan los niveles de información que es necesario tratar.

Por otra parte, Bearman explica que, en la práctica, el uso del correo electrónico ha conducido a que la documentación escrita tome una forma conversacional, propia de la comunicación oral, por lo que "…es menos probable que el contenido de un documento electrónico haga referencia a su contexto".1 Así, disminuye la normalización de los tipos documentales, pero no se reduce, sin embargo, la necesidad de dicha normalización. 

Un cambio esencial ha ocurrido respecto a la forma de los documentos; el papel ha dejado de ser una necesidad para convertirse en una opción, si bien ha persistido, e incluso han aumentado considerablemente, los volúmenes de producción de los documentos en este soporte después de la aparición de las TICs. Ahora bien, los sistemas electrónicos están creando una gran diversidad de tipos de documentos, dinámicos, interactivos y experienciales que difieren extraordinariamente de aquellos escritos, textuales y fijos con los que la burocracia lidió desde el siglo XIX, y que no pueden ser transcriptos a otros soportes sin que pierdan su propia naturaleza funcional y valor informativo, por lo cual se hace obligatorio tratarlos y mantenerlos en su forma electrónica, si se tiene por objeto proteger su veracidad y que sirvan de evidencia veraz de las actividades de negocios de las organizaciones. 

Por la presencia hegemónica de los sistemas electrónicos en el ambiente organizacional, los gerentes se encuentran ante una disyuntiva milenaria y recurrente a la vez: ¿resulta lo suficientemente confiable la información que maneja la organización en torno a sus operaciones de negocio? 

Encontrar respuestas a interrogantes como esta se volvió un imperativo para la administración estadounidense a raíz de varios incidentes de impacto internacional, como lo fue el caso Enron. Como consecuencia de las malas prácticas contables, las cuales fueron ocultadas a sus accionistas y a la Securities and Exchange Comision (SEC), la Enron llegó a la quiebra en el año 2001. Durante el proceso judicial que se efectuó, la SEC exigió pruebas documentales que mostraban las operaciones contables y los responsables implicados. Sin embargo, no fue un hecho casual que su auditora, Arthur Andersen, ordenara destruir todos los correos electrónicos que tenían que ver con el caso.

A partir de escándalos como el de Enron, Worldcom y otros, la gestión documental se colocó en una posición estratégica dentro de las organizaciones, sobre todo por la ingente necesidad de tratar de manera efectiva la documentación archivística, no solo aquella que se encontraba en los archivos de papel, sino la que era generada por los sistemas electrónicos. 

Fuente: http://scielo.sld.cu/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1024-94352011000100005

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