Abril de 2054. El capitán John Anderton es el jefe de la fuerza de policía Pre-Crimen en Washington DC. Levantando las manos como un director de orquesta va abriendo archivos, consultando datos y viendo vídeos sobre una pared-pantalla de cristal. Un poco más tarde, caminando por la calle, la lectura de su iris/retina hace que los comercios le hagan llegar ofertas personalizadas… y que pueda ser identificado y localizado en cualquier momento por la gente que le persigue. Así las cosas, no tendrá más remedio que implantarse un ojo conseguido en el mercado negro, como si fuera un pasaporte falso.
“MinorityReport” fue dirigida por Steven Spielberg en 2002 y mucho de su contenido se podía calificar sin más como “ciencia-ficción”. Pero la realidad es que en 2012 esa tecnología está ya disponible. Y es una realidad al alcance de los niños: dispositivos como Kinect de la consola Xbox o el PlaystationMoveson interfaces gestuales que permiten reconocer e interpretar el movimiento. Xbox One o PS4 permiten reconocimiento facial y de voz. Lo que un día pudo ser ficción, hoy es una realidad indiscutible y como en tantas otras veces, Steven Spielberg nos enseñó el camino en la gran pantalla.
Pero hoy en día, en nuestro mundo globalizado y cambiante, el próximo avance en materia de identificación que se está imponiendo de manera cierta y que muy pronto será un estándar en el mundo de la empresa es la Firma Biométrica.
La firma biométrica no es lo mismo que “firma electrónica”. Hoy en día podemos firmar con un lápiz electrónico en una pantalla a la hora de pagar en un supermercado o al usar una tarjeta de crédito. Pero ese gesto tan sencillo no nos identifica como persona: debemos mostrar nuestro DNI o teclear un pin o código de seguridad para que sea efectivo. Apenas tiene valor por sí solo, salvo como visto bueno a una operación en la que te has tenido que acreditar fehacientemente de otra manera. Otros conceptos, como la “firma electrónica reconocida o avanzada” si tienen valor jurídico y plenos efectos por sí misma, pero en este caso, para ser efectiva, se necesita de un tercero que certifica y garantiza y conlleva, previamente, un proceso administrativo y de verificación.
Tampoco hay que confundir la firma biométrica con “firma digital”. Una firma digital es un mecanismo de encriptación que permite al receptor de un mensaje determinar quién envía dicho mensaje y confirmar que el mensaje no ha sido alterado desde que fue enviado.
La Biometría es una tecnología de identificación basada en el reconocimiento de características físicas únicas e intransferibles de las personas. Por tanto podemos encontrar en las técnicas biométricas un sistema de identificación seguro y cómodo. Algunos de los rasgos que utiliza la Biometría para crear identificaciones indubitadas son las huellas dactilares, reconocimiento facial, del iris o la retina, reconocimiento de voz y/o reconocimiento de patrones caligráficos (escritura). Y no se trata de ciencia-ficción.
Precisamente uno de los sistemas más seguros y de menor coste de implantación es el reconocimiento biométrico de rasgos caligráficos en la firma. O en la rúbrica, que es la forma correcta de denominar al conjunto determinado de rasgos caligráficos que cada persona utiliza después de escribir a mano su nombre en el proceso de firma.
La firma biométrica como elemento de identificación cumple con los tres requisitos que se plantean como exigencia desde un punto de vista legal: Autentificación, Integridad y No Repudio, esto es, autentificar y acreditar fehacientemente al autor de la firma, garantizar la integridad de los datos biométricos y del documento firmado y dar validez jurídica por la vinculación única a la persona que firma.
La identificación inequívoca por rasgos biométricos se lleva a cabo con aplicaciones diseñadas a tal efecto que permiten capturar hasta 14 rasgos asociados a cada una de las firmas: calidad de la línea, proporción, presión de ejecución, angulosidad, relación base/línea, inclinación, puntos de detención o levantamiento del instrumento de escritura, forma de trazos iniciales y finales, posición y forma de tildes, puntos y otros signos de puntuación, formas de enlace de letras, puntos de ataque y velocidad.
Esto quiere decir que es posible implantar plataformas de firma de documentos electrónicos basadas en la identificación biométrica. Y que el simple acto de rubricar sobre una tableta o cualquier otro dispositivo será algo que va más allá de un simple visto bueno. Se tratará de una identificación positiva con plena validez jurídica. Y que este hecho tendrá importantes aplicaciones económicas y logísticas a la hora de facilitar la comunicación entre empresas y organizaciones. Como el iris del capitán Anderton en “MinorityReport”, seremos lo que sea nuestra firma.
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