Resumen
Esta investigación aborda la valoración documental en relación con la preservación de
la memoria escrita en los archivos de una ciudad, villa o lugar en la Edad Moderna.
Tiene por objeto comprender mejor el presente, entendiendo cómo se ha llegado hasta
aquí, estableciendo concomitancias y diferencias con el pasado.
Para llevar a cabo este estudio, se tiene en cuenta como referente a los antiguos
conjuntos documentales del pasado, en concreto, a los archivos del ayuntamiento de la
villa de Madrid a inicios de la Edad Moderna, principalmente, en los siglos XV, XVI y
XVII. No obstante, las circunstancias en las que se hallaban otros archivos eran muy
similares a las de los aquí tratados. Por tanto, las conclusiones también son aplicables a
numerosos conjuntos documentales coevos. Después se ofrece una comparación con el
siglo XIX, a mi entender, el más decisivo en la valoración documental. También se
aportan concomitancias con determinados archivos del presente.
El análisis atiende a cómo valoraban los archivos en el pasado, en función de las
razones aducidas para justificar que era necesario preservar la memoria, para así
mejorar las condiciones archivísticas, viendo qué progresos se llevaban a cabo.
Este estudio se basa en una revisión comparada de las fuentes primarias del siglo XVI
(Libros de Actas del concejo madrileño, Libro de conocimientos del archivo y Libro de
inventarios), las compilaciones legales, las voces relativas a archivos compiladas por
Pascual Madoz, más la bibliografía pertinente.
1. Introducción
El presente estudio comienza haciendo una reflexión sobre las concomitancias y
diferencias entre la valoración documental del pasado y del presente, para incidir en la
diversidad de opciones que se presentan en cualquier época. Apunta, además, unas
tendencias generales sobre la valoración documental. A continuación, se recogen
testimonios que orientan sobre por qué se valoraban los documentos (para proteger
derechos y propiedades) y las condiciones de conservación en las que se hallaban. Se
repasa así la normativa de la Edad Moderna y los testimonios coetáneos de las fuentes
primarias, donde se trata el capítulo más extenso de este estudio. Por último, se hace un
repaso de cuándo –a mi entender en el siglo XIX– tuvo su gran éxito la valoración
documental y porqué. Finalmente se aportan las conclusiones oportunas.
2. Una reflexión sobre la valoración documental en el pasado y el presente
¿Es la valoración documental actual diferente de la del pasado, o es similar? Semejante
y desemejante, ambas opciones son plausibles cuando se compara antaño con hogaño.
Es posible establecer concomitancias entre pasado y presente cuando la valoración
documental ha sido despreciativa, y ha tenido a los archivos en condiciones
lamentables. De ello existen infinitos casos. Como aquel del año 1613, cuando en el
archivo de la Villa de Madrid se denunció que “los papeles están de manera que cuando
se busca alguno no se halla, por lo cual se dejan de hacer muchas cosas, y […] por estar
tan mal puestos y desparramados no se han hallado […]”89.
Este tipo de descripciones son casi iguales a las ofrecidas actualmente en algunos
archivos muy representativos de este país, ponderando en términos culturales. Aunque
parezca un anacronismo, también hoy se ningunea la documentación. Ejemplo
sintomático es el caso del Archivo de la Biblioteca Nacional de España. Éste se hallaba
desatendido y disperso hasta que su actual conservador jefe, el doctor Enrique Pérez
Boyero, se puso al mando y comenzó a ordenar, reunir y describir la documentación.
Lo mismo sucedía con el archivo del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía
(MNCARS). El nacimiento del archivo data del año 2008, cuando se dotó de personal
especializado al archivo, pese a que la institución museística inició su andadura en el
año 1986. La documentación, hasta entonces, se había ido acumulando en diversas
oficinas, sin respetar siquiera unas normas básicas de tratamiento documental91. Rocío
Sánchez Serrano junto con Carmen González Alonso tienen el mérito de haber creado
ese archivo desde sus inicios, labor con la que continúan, donde aún les queda mucho
por hacer porque el descontrol era ingente.
Es oportuno ofrecer nombres como los citados para el presente, al igual que procede
ofrecerlos para el pasado: un corregidor Francisco de Sotomayor, o un regidor Diego de
Vargas hacen latente que el estado de la documentación archivada ha dependido en gran
medida de quién la preservase. La Historia de los archivos ha sido maleada
flexiblemente por las personas encargadas de su cuita. A ello hay que sumar una tara: la
voluntad de una persona no siempre se ha impuesto sobre la de la comunidad. Es decir,
el hecho de que alguien consciente del valor de los archivos estuviese a su cargo, no
implicaba automáticamente que éstos tuviesen la fortuna de estar bien preservados. Eso
también dependía de que otras personas más de la institución de la que dependían los
conjuntos documentales pusiesen en marcha los proyectos archivísticos y los
financiasen.
Además de todo lo dicho, a mi entender, hay una diferencia esencial entre la valoración
documental de la Edad Moderna y la Contemporánea. Actualmente existe una
normativa archivística y es relativamente excepcional (con sus numerosas excepciones)
que se ningunee a los archivos, mientras que antaño era relativamente frecuente.
Los archivos se estimaban menos en el pasado; ha aumentado su valoración según ha
transcurrido el tiempo, de forma generalizada. Es decir, las voces defensoras de los
archivos a inicios de la edad Moderna eran pocas, y muy numerosas a inicios de la Edad
Contemporánea. Hoy día parecen excepcionales situaciones archivísticas como las
dadas en el Archivo de la Biblioteca Nacional o en el del Museo Reina Sofía, aunque
siguen existiendo.
3. Testimonios sobre la valoración documental en el pasado
A continuación se recogen testimonios que orientan sobre cómo era la valoración de la
documentación en el pasado. La lectura sistemática de las fuentes me impulsa a apoyar
la siguiente teoría: se archivaba la documentación que más se valoraba, y se valoraba
menos la documentación que no estaba archivada, es decir, la documentación dispersa,
en curso o la administrativa.
Los indicios que se recogen a continuación proceden de la normativa de la época, por un
lado, porque en ella resaltaban los elementos negativos que resultaban de no valorar
suficientemente la documentación. Por otro lado, se reúnen testimonios procedentes de
la documentación de la Edad Moderna, principalmente, del concejo de Madrid, donde se
aprecia el estado deficiente de conservación en el que se hallaba la documentación
normalmente.
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FUENTE: Leonor Zozaya Montes leonorzozaya@gmail.com http://leonorzozaya.wordpress.com/
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