Salgo al balcón. Quiero estirarme y respirar: sé que es tarde, sé qué en algún momento perdí la noción del tiempo sumergido en la pantalla. La cotidianeidad necesita de ciertos hitos para marcar el pulso del día, y a falta de los habituales, creamos nuevos: la hora de los aplausos señala qué son las nueve, qué mi jornada de trabajo en casa terminó. Contemplo el espectro de ventanas iluminadas y no puedo evitar pensar en cuántos departamentos la vida laboral se habrá fundido con la vida doméstica durante los últimos días.
Desde los proyectos que integro, invertimos parte de nuestro tiempo en ayudar a equipos a trabajar mejor. En contextos de reorganizar y repensar nuestras dinámicas laborales por fuerza mayor, quienes nos dedicamos a esto tenemos una gran oportunidad de colaborar: si estás leyendo esto en busca de orientación, puedo decirte que establecer un distingo entre trabajo sincrónico y asincrónico, quizás sea un buen punto de partida para optimizar nuestra productividad.
Por trabajo sincrónico nos referimos a esos espacios donde equipos de trabajo coinciden en tiempo y lugar, para realizar una actividad destinada a alcanzar los objetivos que se plantean (las reuniones son el ejemplo más inmediato). Durante las últimas semanas, la explosión en el uso de herramientas de videoconferencia, centró el foco en este tipo de trabajo. Resulta útil señalar dos “mandamientos’’ que, si bien no están tallados en ninguna piedra de la ley, quizás debieran estarlo.
No multiplicarás las reuniones sin necesidad. El exceso de reuniones innecesarias constituye un problema cotidiano en las organizaciones, y ese rasgo se acentúa en este contexto: muchos equipos apuestan a tener mayor cantidad de encuentros virtuales, como forma de mitigar la distancia. Sin embargo, los espacios de trabajo sincrónicos deberían servirnos para que podamos hacer algo que sería complejo o imposible realizar de forma asincrónica (desde tomar una decisión, hasta conectarnos emocionalmente). Vamos a invertir tiempo en juntarnos, ¿pero sabemos exactamente para qué? Y, en ese sentido, ¿que sería tener una buena reunión, y como vamos a saber si funcionó? Importante establecer objetivos claros (cuanto menor cantidad, mejor), y un marco a respetar (puntualidad, turnos de habla). Y fundamental: accionables con nombre y apellido.
No multiplicarás la cantidad de asistentes a una reunión, sin necesidad. La cantidad de gente que haya en una reunión, es inversamente proporcional a lo productiva que la misma resultara. Jeff Bezos (CEO de Amazon) fue responsable de acuñar su célebre “Regla de las dos pizzas”: si no alcanzan dos pizzas para todos los participantes, es porque alguien sobra. En reuniones multitudinarias, la mayoría optará por aceptar la opinión de una o dos personas, inhibiendo sus aportes (y en las reuniones virtuales, la cohesión grupal se acentúa por las limitaciones que suponen las herramientas mismas). En tiempos donde el ancho de banda escasea, reflexionar sobre quien realmente debería estar presente resulta aún más crítico.
Por otro lado, el trabajo asincrónico: tareas que cada integrante realiza de forma separada, en pos de alcanzar el objetivo grupal. Y en ese sentido, la cantidad de herramientas digitales que existen hoy día es enorme: Trello o Workday con tableros para el seguimiento de tareas; Miru o Mural, para compartir tableros, o herramientas que combinan sistemas de mensajero instantáneo con almacenamiento en la nube, como Slack. La mayoría de estas herramientas tienen versiones gratuitas (con excelentes funcionalidades): las mismas nos permiten agilizar el trabajo diario, coordinar esfuerzos y descentralizar la información.
Este incipiente inicio de década nos forzó a examinar (entre otras cosas) nuestro modo de trabajar: con el tiempo, sabremos qué cuestiones quedarán marcadas de forma definitiva, y cuáles serán solo recuerdos de aquellos días que vivimos en cuarentena.
Terminaron los aplausos. Hora de volver a entrar.
Fuente: https://eleconomista.com.ar/2020-04-el-trabajo-en-tiempos-de-cuarentena/
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